Ultimatum a la Tierra – Crocant https://crocant.tuputamulder.win El blog de cine más crocant! Sun, 30 Dec 2012 20:49:46 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.8.2 Ultimátum a la Tierra https://crocant.tuputamulder.win/2008/12/ultimatum-a-la-tierra/ https://crocant.tuputamulder.win/2008/12/ultimatum-a-la-tierra/#respond Thu, 18 Dec 2008 01:24:16 +0000 https://crocant.com/?p=213 Sigue leyendo Ultimátum a la Tierra ]]> No, no se parece a Encuentros en la Tercera Fase, que va.
No, no se parece a Encuentros en la Tercera Fase, que va.

Tras varias semanas dedicando Crocant casi exclusivamente a las noticias de cine, va siendo hora de ir más allá y volver al delicado terreno de la crítica. Un terreno con tanto intrusismo por estos lares de internet que sólo para intentar algo ya hay que ir con cierto cuidado, pensar lo que se dice, hablar con cierto rigor… eso, o hacer algo como el fabuloso análisis que hizo marinero en Crocant de “Conspiración en la Red”. Tener una voz propia, al fin y al cabo. Por eso vuelvo a ello con una película relativamente fácil de analizar como es el remake de este año de “Ultimátum a la Tierra”.

Se trata de un remake delicado para ciertas personas, al adaptar una película de culto de los años 50 como es el clásico de Robert Wise, es decir, está dentro del mismo saco que ciertos cómics, novelas, etc. venerados (no sin cierta razón) por un gran número de fans en todo el mundo. Esto significa que cualquier licencia con respecto a su fuente original pueda ser vista como una premonición del apocalipsis y como causa de un inevitable deterioro, por no decir destrucción, de todas las copias existentes. Afortunadamente, usted parece el tipo de lector consciente de que la industria del cine no está puesta al servicio de la nostalgia de un grupo determinado de personas, y que los factores determinantes de la calidad de una película son distintos.

No obstante, la comparación con la película de 1951 es inevitable, aunque sea para ver las diferencias fundamentales entre la época actual y la de hace casi seis décadas. Aquí entraría la movilización de cualquier organismo no civil de los Estados Unidos, en contraste con la sencilla trama policiaca de los años 50, que, entre otras cosas, mete a un gigantesco Gort en un área secreta, las distintas explicaciones pseudocientíficas, ahora más viscosas que antes, el diseño new age de la nave, pero, sobre todo, el principal cambio está en las intenciones del extraterrestre Klaatu (Keanu Reeves) que cambian por completo los objetivos y el desarrollo de la historia y marca un gran owned a los traductores de títulos españoles, aunque sean los de los años 50, porque sí, aquí el planeta se vuelve a parar, como dice el título en inglés, pero no hay ningún ultimátum.

Seré breve: Klaatu quiere cargarse a la especie humana antes de que acabe con el planeta (el mensaje ecológico sustituye al antinuclear). Para ello, se lleva a todas las especies dentro de unas bolas, para destruirlo todo y luego repoblar. Más o menos esto se empieza a intuir (bueno, se empieza a intuir antes, pero te lo empiezan a contar ahí) en una conversación en un McDonalds (que hay que pagar la película) entre Klaatu y un extraterrestre chino. El chino le cuenta a Klaatu que los humanos son muy destructivos, pero que también tienen sus sentimientos, algo que ha conmovido al chino extraterrestre, de una especie que debe de ser muy gris, hasta el punto de que decide morir con la humanidad. Esta especie de descubrimiento de la calidez humana (algo que ya se nos ha contado muchas otras veces de la misma forma, por ejemplo, en Star Trek), será el desarrollo que conducirá al personaje de Klaatu y, por lo tanto, a la misma película, hasta el clímax.

He aquí el problema de que ese desarrollo, tan fundamental para la película, se produzca sin muchas razones aparentes, más que algún lloriqueo de Jennifer Connely y su hijastro negro, un fragmento de Bach y una declaración de un ex-Monty Python ganador del Premio Nobel (es el personaje más completo de la historia del cine y ahora que lo pienso, debe de ser eso lo que cambia a Klaatu).

La película empieza de manera bastante rápida con imágenes inspiradísimas en Spielberg (aunque hoy en día, ¿qué no lo está?) como el aterrizaje de la nave-bola, con una disposición de luz y figuras humanas similar al final de “Encuentros en la Tercera Fase”. Después, el desarrollo que incrusta la odisea familiar (con problema paterno-filial, o materno-filial en este caso, incluido) en medio del caos y la confusión generalizados recuerda inmediatamente a “La Guerra de los Mundos”, que, así a lo tonto, se ha convertido en la película de temática post-11S más importante, inspirando películas desde “Hijos de los Hombres” o “La Niebla” hasta otras bastante menores, como ésta misma. Pero reconozcámoslo, esto se parece más a un Bruckheimer, un Bay o un Emmerich que a un Spielberg. Los personajes son flojetes, la técnica es solvente y no molesta, pero nada más, y, lo que la delata por encima de todo, es esa trama militar alterna, que tampoco sirve de mucho, pero que nos da una dosis de explosiones y destrucción de bases militares.

Y llegamos al clímax: la tierra se va a ir al carajo y un Klaatu, ya humanizado (por cierto, aquí la técnica interpretativa “minimalista” de Reeves viene que ni pintada con la idiosincrasia de su personaje) se tiene que sacrificar para salvarla en el último momento, no sin antes salvar a Jennifer Connely y al niño, y es aquí donde está lo peor de la película. Estos clímax de “salvarse en el último segundo” se le daban bastante bien a Hitchcock, quien estableció un lenguaje según el cual se establecía una hipotética cuenta atrás en la que el espectador sabía perfectamente cuanto le quedaba al hilo que sujeta la normalidad para romperse, con lo que aumentaba la sensación de urgencia. El problema es que aquí, salvando una secuencia en la que un camión es engullido (sí, he dicho engullido), no hay sensación de paso de tiempo, y por nosotros, Klaatu podría tomarse todo el tiempo que quisiera para detener el fin del mundo. Sensación de urgencia: cero.

En definitiva, una premisa en principio buena, rodada casi siempre de manera correcta, pero en la que el desconocimiento de los distintos mecanismos del cine impide cualquier logro climático o de desarrollo, y la convierte en una película sin alma. Entra dentro de una serie de películas (mejores o peores) en las que la costumbre del género tiene prioridad sobre el argumento o las inquietudes de sus creadores, y los tópicos y lugares comunes (que no son necesariamente malos) pasan porque sí, por rutina (esto ya sí es malo). Dentro de un género tan distinto como el cine de gangsters o el neo-noir, pasaba lo mismo con películas como “American Gangster” o “Infiltrados”. La proliferación de este defecto da que pensar sobre el adormecimiento de cierta manera de hacer cine y sobre lo necesaria que es ahora una renovación.

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