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Che: El Argentino

de Steven Soderbergh

Bueno, he visto media película. Cuando nos dejen ver la otra media comentaré qué tal me ha parecido todo.

Pero de momento…

Esta película está grabada con una cámara digital, pero no con cualquiera. Está grabada con la Red One, uno de los mayores orgullos de la cinematografía digital. Su sensor no sólo tiene más definición que la habitual en el cine profesional digital, sino que también es más grande, igualando en tamaño al celuloide de 35 mm, lo que significa mayor amplitud en el encuadre que un sensor normal y la profundidad de campo equivalente a los 35 mm. Graba en formato RAW (sin compresión alguna) y, sobre todo, es extraordinariamente barata. Ésta película, de la que he visto la mitad, tenía que ser un punto de referencia para saber si había esperanza en la consolidación del cine digital. Incluso sin tener ni idea de fotografía, me interesaba verla por eso. Lo que no sabía es si sería algo más.

Para empezar, no conozco nada del contexto en el que se desarrolla la película. Ni Fidel Castro, ni el Che, ni la revolución cubana, ni NADA. Si crees que ese conocimiento previo es importante para entrar a valorar cualquier película no vas a encontrar la opinión que quieres. Trataré El Argentino como una (o media) película, no como un libro de texto.

Tampoco he visto, y aquí sí que me arrepiento un poco, nada de Soderbergh salvo la trilogía de Ocean. Miento, porque en realidad sí he visto parte de Traffic, pero no la terminé porque me parecía muy cansina, especialmente lo de manipular tan descaradamente la fotografía para separar las distintas líneas narrativas.

Hay algo parecido en Che. Ya desde un principio vemos dos líneas temporales distintas y subrayadas por la fotografía. “La misma estructura estúpida en la que se mezcla la cronología” piensa uno al principio, pero no. Más allá de alternar entre las dos líneas (el comienzo de la revolución en Cuba y el Che en 1961 en Nueva York dando entrevistas y dirigiéndose a las Naciones Unidas), y no de manera innecesaria, el desarrollo es lineal.

Lineal, pero no dramático. El lenguaje del maldito género del biopic no está, y en su lugar hay una distancia que no manipula emocionalmente a nadie. Aunque sospecho que Soderbergh simpatiza con la figura de Ernesto Guevara, lo que construye es un posicionamiento didáctico, sobrio, que enseña pero que no implica y que hace avanzar la historia a través de la reconstrucción y el montaje, en lugar de la dramatización que viene a ser habitual para la identificación con el público.

No existe aquí un clímax, ni una progresión dramática de la historia; sólo hay momentos, retazos, con los que uno se tiene que construir su propia visión, y rodados de manera que se llega a sentir que se está allí mismo observando a los personajes, pero, repito, sin implicarse. Se podría decir que es un documental de ficción, y no sé sí será veraz con la Historia, pero desde luego lo parece (a lo que ayuda el hecho de que esté rodada en español, salvo la parte en NY). Lo mismo puede decirse de Benicio del Toro: no sé si lo que hace será similar al personaje que interpreta y dudo que su acento se corresponda, pero sí puedo estar seguro de que compone UN personaje a la perfección, de manera coherente y potente, y se pasea delante de la cámara como Pedro por su casa.

Y si antes decía que se había eliminado el dramatismo, lo mismo se puede decir de los personajes. Sin contar al que da título a la película, y, como mucho a un Fidel Castro (bien) interpretado por Demián Bichir, el resto podrían ser intercambiados unos por otros en cuanto a sus personalidades y sus papeles en la película (asignados, supongo, intentando ser fiel a las memorias del propio Ernesto Guevara en las que se inspira el guión), todo formando parte de la distancia a la que aspira la película, alejándose de cualquier pretensión dramática.

Si el tratamiento es ya un inmenso punto a favor de la película de Soderbergh de la que, recuerdo, he visto la mitad, todavía queda demostrar si cumple en lo que le queda por naturaleza a una película si le quitamos sus envoltorios emocionales. Su puesta en escena, para empezar, está entre lo mejor que he visto este año, consiguiendo una reproducción detallista y creíble. Una planificación técnicamente bien conseguida, con buenas composiciones pero sin alardes innecesarios. En concreto, tiene algunas de las secuencias bélicas mejor rodadas de los últimos años, especialmente la toma de Santa Clara. Es en el montaje donde falla un poco, a pesar de tener puntos a favor, como esa construcción a base de escenas que no se corresponden, a modo de puzzle y con la voz yuxtapuesta del Che (de sus declaraciones en Nueva York) añadiendo información. Sin embargo, si hubieran añadido algo más de metraje no habría la sensación de confusión creciente mientras avanza la película, debida a la falta de subrayado o explicación de algunos aspectos.

Y, viendo el resultado que ha dado la Red One, me va importando menos que tarde o temprano se deje de usar material fotoquímico para rodar las películas.